jueves, 19 de abril de 2012

ADN PARA CURAR

Pongamos que me quiero vacunar de una enfermedad infecciosa. Hay que encontrar una sustancia (normalmente una proteína) que sea capaz de ser reconocida por el sistema inmune y lo predisponga a atacar al organismo causante. ¡Sin que nos cause daño, claro! Eso, a veces, no es sencillo. Se ha logrado ya bastantes veces. O sea, que tenemos un buen elenco de vacunas. Pero no están todas todavía. No hay ninguna plenamente efectiva contra la malaria, o contra la enfermedad de Chagas, o contra el VIH o el Ébola o… La lista de lo que queda por hacer es larga. Pero sí que le hemos ganado la partida a la difteria, la viruela, el sarampión, la tos ferina, la poliomielitis… La lista de victorias también es larga. Sólo ha que ver el calendario de vacunación.


Desnaturalización
Fuente: Temas de Biología

En los países ricos las vacunas no son un gran problema. Son relativamente baratas y están a disposición de la población. Existe una cuidadosa planificación, obligatoria en todo o en parte. Y es que vacunarse no es tanto una opción individual como una cuestión de responsabilidad social. Te recuerdo que se trata de enfermedades infecciosas…
En países pobres las cosas son diferentes. Pueden plantearse problemas por varias cuestiones. Una es la necesidad de conservarlas en frío para prolongar su estabilidad y mantener alta su eficacia (las temperaturas elevadas pueden hacer que las proteínas pierdan su forma, lo que las convertiría en inútiles para despertar al sistema inmune y preprarlo para la lucha). En muchos lugares no existe la infraestructura (de conservación, de distribución…). Y la administración, mediante inyección en muchísimos casos, siempre tiene sus problemas, no es la forma ideal…
Además, hay vacunas anuales, como la de la gripe, que llevan un cierto tiempo de preparación. Y los modos de obtención de vacunas, esencialmente, no han cambiado en las últimas décadas. Se han mejorado parámetros técnicos, sí, pero los protocolos son básicamente los mismos que hace ya mucho tiempo.
Electroporación
Fuente: HIV y hepatitis

Así las cosas, en los últimos años de finales del siglo XX y los primeros del siglo XXI se probó a desarrollar otro enfoque radicalmente diferente. Usar ADN (bajo la forma de plásmidos).
Te recuerdo que las proteínas se fabrican a partir de instrucciones moleculares del ADN (el orden en el que están sus componentes, los nucleótidos, determina el orden en el que están los componentes de las proteínas, los aminoácidos; y ese orden es el que produce la forma gracias a cargas eléctricas positivas o negativas en dichos aminoácidos, o que se mezclen o no con el agua, o que sean grandes o pequeños…).
Por tanto, si se administra un ADN, puede ocurrir que sirva para que la célula produzca la proteína deseada y eso haga que la inmunidad se pongan en acción.
¿Ventajas? El ADN es más fácil de fabricar y más estable (no se precisa refrigeración). Eso abarata costes, facilita su producción, transporte y distribución. Además, ese ADN no provoca reacciones secundarias (el cuerpo no lo reconoce como extraño), a diferencia de las proteínas que habitualmente componen las vacunas. Es un buen rodeo pasar por el ADN.
Pero…. A pesar de la potencia de la idea, los primeros ensayos fracasaron. ¿Por qué? Despertaban una respuesta inmunitaria demasiado débil. Fundamentalmente porque no llegaba suficiente ADN a las células, porque pocos plásmidos entraban en las células. Y también porque los que entraban a veces fabricaban proteínas que no eran exactamente como se esperaba, con pequeñas modificaciones que les restaban capacidad de generar inmunidad. Es que el optimismo suele estar muy relacionado con las expectativas de futuro que abre una idea, no con su presente. Cuando se ideó el método, aún quedaban muchas cuestiones por optimizar. Y desde entonces se ha avanzado bastante, sí. O sea, que las vacunas de ADN siguen siendo una buena idea.
¿Qué se ha hecho desde entonces? Se ha ideado una mejor forma, más fácil, sin agujas. Tan solo usando aire comprimido y una pequeña descarga eléctrica es suficiente; en un proceso denominado electroporación. Eso basta para que se multiplique por mil la cantidad de ADN, de plásmidos, que entran en las células. Eso es mucho, muchísimo. Pero no ha sido el único avance. Ahora se sabe construir los plásmidos para que la célula los lean mejor y fabriquen fielmente las proteínas que activarán las células inmunitarias. Y para que las transporten más adecuadamente a un sitio donde puedan entrar en contacto más estrecho con ellas.
¿El resultado? Ahora tenemos más cerca ese futuro con vacunas de ADN. En cerdos ya se comercializa una vacuna de este tipo para evitar abortos. Y es probable que la próxima vacuna urgente contra una gripe repentina sea de ADN. Porque frente a los cuatro meses que se tardó en obtener una tradicional para la famosa gripe A, han sido sólo dos semanas las que se han necesitado para elaborar otra de ADN. Y a mucho menor coste.
Es probable que en estos próximos años te inyecten alguna vacuna de ADN, a ti o alguien de tu familia.

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